Rol de los humedales en la gestión climática

29 Julio

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Esteban Suarez

Esteban Suárez Robalino
Director del Instituto Biósfera

Las altas montañas de Venezuela, Colombia, Ecuador, y Perú están marcadas por un sinnúmero de turberas de páramo, que se forman en áreas relativamente planas del paisaje en las que el agua tiende a acumularse. En estas turberas, los suelos están saturados durante casi todo el año dando lugar a dos características importantes: primero, el desarrollo de una vegetación particular con plantas especialmente adaptadas para sobrevivir en suelos anegados. Segundo, una ralentización de la descomposición de la materia orgánica, que resulta en su acumulación y en la formación de suelos de turba que alcanzan promedios de aproximadamente 6 metros de espesor. 

De hecho, estudios recientes han demostrado que las turberas de páramo pueden acumular en sus suelos más de 2000 toneladas de carbono por hectárea, es decir, tanto carbono como el que un bosque tropical almacena en su biomasa. Al mismo tiempo, al almacenar tanto carbono, las turberas de páramo tienen un rol preponderante en el almacenamiento y la regulación del agua, convirtiéndose así en ecosistemas críticos para la mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático.

Otro aspecto importante de las turberas de páramo es que, al ser ecosistemas de alta montaña, su extensión es relativamente pequeña. En el Ecuador, por ejemplo, se estima que las turberas de páramo posiblemente cubren menos del 1% de la superficie del país. Pero, a pesar de su limitada extensión, la concentración de suelos orgánicos en las turberas es tan alta, que podrían almacenar casi tanto carbono como el que está almacenado en una cuarta parte de los bosques del país. Estas características, su reducida extensión y su altísima concentración de carbono, tienen dos implicaciones importantes: por un lado, debido a su limitada extensión, las turberas resultan ser extremadamente sensibles a los impactos de las actividades humanas, pudiendo ser fácilmente modificadas y convertidas en fuentes de gases de efecto invernadero. Pero al mismo tiempo, esta misma característica implica que conservar y restaurar turberas se convierta en una actividad relativamente barata, pero muy efectiva en términos de preservar enormes reservorios de carbono que de otra manera terminarían en la atmósfera y la fuente para provisión de agua de la que dependen cientos de miles de personas.

Lamentablemente, a pesar de que las turberas de páramo son un ecosistema crítico para el mantenimiento de múltiples servicios ambientales, aun es poco lo que conocemos acerca de su ecología y la dinámica del carbono que almacenan. Adicionalmente, los países de la región carecen de evaluaciones integrales de la extensión y distribución de este tipo de ecosistemas, y de su estado de conservación. Desde esta perspectiva, es indispensable que los humedales de montaña sean explícitamente incorporados como un elemento prioritario en los planes y proyectos de conservación y desarrollo. Bajo el actual escenario de cambio climático, la conservación y restauración de ecosistemas ricos en carbono, como las turberas de páramo, permitirá preservar no solo la biodiversidad única de los humedales de montaña, sino también la integridad de sus enormes reservas de carbono.

Para información adicional: 


https://link.springer.com/article/10.1007/s11273-016-9482-2 

https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/gcb.13807